La cara incandescente de una estrella; un infierno que emite energía, luz y calor. Sin nuestra estrella situada a más de 150.000.000años luz de nuestro planeta, la Tierra sería un planeta sin vida.
El Sol está en el centro de nuestro sistema solar. Sus límites exteriores son un enjambre de partículas de hielo que se extienden cubriendo un tercio de distancia hasta la estrella más cercana. Al igual que los planetas, todo gira entorno al Sol:
Plutón, con su orbita inclinada, Neptuno y Urano, grandes esferas de gas, dos más; Saturno, con sus anillos y el gigantesco Júpiter. Marte, el pequeño planeta rojo y, la hermosa Tierra azul son los dos primeros planetas rocosos internos. Luego, viene Venus y finalmente el abrasado Mercurio. Todos cautivos por la fuerza gravitatoria del Sol.
El núcleo del Sol es un reactor nuclear a 15 millones de grados. El hidrógeno se convierte en helio, en una continua reacción en cadena. Cuando los núcleos del hidrógeno se fusionan para producir núcleos de helio, hay una pequeña perdida de masa que se libera en forma de energía.
Cada segundo nuestra estrella pierde cuatro millones de toneladas de masa. Esta energía permitirá al Sol brillar otros cinco mil millones de años.
En su conjunto, el Sol, no es más denso que un yogurt. En su blanco y caliente núcleo, es diez veces más denso que el plomo, y la energía que libera, tarda al menos cien mil años en alcanzar la superficie. Esa misma energía como luz solar, tarda solo ocho minutos y veinte segundos en llegar hasta nosotros.
Los carburantes fósiles son energía solar almacenada. El Sol controla nuestra meteorología, hace crecer nuestros cultivos y mantiene casi todas las formas de vida.
Pasando un rayo solar por un prisma de vidrio triangular, aprendemos mucho de nuestra estrella. La luz blanca se convierte en un espectro de colores y líneas oscuras, que revelan la composición del astro rey. El 70% es hidrógeno, el 28% es helio y el 2% son elementos más pesados, como el hierro. Esos elementos más pesados, son una herencia de una supernova, la muerte de una estrella gigante. Su onda expansiva interactuó con una nube de polvo y gas. Mientras rotaba y se achataba lentamente, su centro se colapsaba, encendiéndose su horno nuclear.
Hace cinco mil millones de años, nacía nuestro Sol y del disco de polvo y gas que lo rodeaba, se formaron los planetas. Nuestro propio planeta podría caber dentro del Sol más de un millón de veces. El Sol es tan grande, que comprende más del 99,8% del sistema solar. La superficie del Sol es una amarillenta fotosfera. Una bola incandescente que se mantiene unida por la gravedad. A unos 500km de profundidad está la delgada capa de gas que produce la luz solar.
La fotosfera contiene gránulos burbujeantes, cada uno del tamaño de España. El gas asciende a través de los gránulos, se enfría y vuelve a bajar por otro camino.
La rotación del Sol, muestra sus manchas que son visibles durante varios días. Una sola mancha podría tragarse la tierra. Son más frías que la fotosfera que las rodea, cuya temperatura es de casi seis mil grados. El centro de una mancha solar, solo alcanza los cuatro mil grados. Su periferia más caliente llamada penumbra, supera los cinco mil trescientos grados.
Los campos magnéticos locales, son los causantes de esta temperatura menor. Su intensidad elimina las corrientes que portan los gases calientes desde la zona de convección bajo la superficie. Tras un periodo de once años, más o menos, el campo varía de siglo, cuando los polos magnéticos se invierten. Dentro de once años sucederá de nuevo.
Como el Sol no es sólido, su superficie gira a diferentes velocidades. El ecuador rota una vez cada veinticinco días y los polos una vez cada treinta y cuatro días. Esto enreda y distorsiona al campo magnético.
Las imágenes en rayos X, muestran el ciclo desde su máxima actividad hasta la mínima, con solo unas pocas manchas solares. Después, se retorna a la actividad máxima, aumentando el número de manchas.
La atmósfera interior del Sol, tiene erupciones de gas muy caliente, una protuberancia en forma de arco. Ondas de gas se mueven a lo largo de las líneas magnéticas de fuerza. Las protuberancias alcanzan cientos de miles de kilómetros por el campo magnético.
Cuando la luna cubre al Sol en un eclipse total, la corona es visible a simple vista. Esta enrudecida atmósfera exterior es mucho más caliente que la cromosfera y la fotosfera que tiene debajo y despliega magníficos bucles de gas electrificados. Una misteriosa fuente de energía en su base los calienta a dos mil grados y esto hace que los bucles se curven alrededor de las líneas magnéticas. Pero las convulsiones, más violentas son las fulguraciones solares, una sola puede liberar la misma energía que una bomba de de mil millones de megatones. Los campos magnéticos enredados, son las posibles causas de las fulguraciones y de las expulsiones de masa.
El Sol está en el centro de nuestro sistema solar. Sus límites exteriores son un enjambre de partículas de hielo que se extienden cubriendo un tercio de distancia hasta la estrella más cercana. Al igual que los planetas, todo gira entorno al Sol:
Plutón, con su orbita inclinada, Neptuno y Urano, grandes esferas de gas, dos más; Saturno, con sus anillos y el gigantesco Júpiter. Marte, el pequeño planeta rojo y, la hermosa Tierra azul son los dos primeros planetas rocosos internos. Luego, viene Venus y finalmente el abrasado Mercurio. Todos cautivos por la fuerza gravitatoria del Sol.
El núcleo del Sol es un reactor nuclear a 15 millones de grados. El hidrógeno se convierte en helio, en una continua reacción en cadena. Cuando los núcleos del hidrógeno se fusionan para producir núcleos de helio, hay una pequeña perdida de masa que se libera en forma de energía.
Cada segundo nuestra estrella pierde cuatro millones de toneladas de masa. Esta energía permitirá al Sol brillar otros cinco mil millones de años.
En su conjunto, el Sol, no es más denso que un yogurt. En su blanco y caliente núcleo, es diez veces más denso que el plomo, y la energía que libera, tarda al menos cien mil años en alcanzar la superficie. Esa misma energía como luz solar, tarda solo ocho minutos y veinte segundos en llegar hasta nosotros.
Los carburantes fósiles son energía solar almacenada. El Sol controla nuestra meteorología, hace crecer nuestros cultivos y mantiene casi todas las formas de vida.
Pasando un rayo solar por un prisma de vidrio triangular, aprendemos mucho de nuestra estrella. La luz blanca se convierte en un espectro de colores y líneas oscuras, que revelan la composición del astro rey. El 70% es hidrógeno, el 28% es helio y el 2% son elementos más pesados, como el hierro. Esos elementos más pesados, son una herencia de una supernova, la muerte de una estrella gigante. Su onda expansiva interactuó con una nube de polvo y gas. Mientras rotaba y se achataba lentamente, su centro se colapsaba, encendiéndose su horno nuclear.
Hace cinco mil millones de años, nacía nuestro Sol y del disco de polvo y gas que lo rodeaba, se formaron los planetas. Nuestro propio planeta podría caber dentro del Sol más de un millón de veces. El Sol es tan grande, que comprende más del 99,8% del sistema solar. La superficie del Sol es una amarillenta fotosfera. Una bola incandescente que se mantiene unida por la gravedad. A unos 500km de profundidad está la delgada capa de gas que produce la luz solar.
La fotosfera contiene gránulos burbujeantes, cada uno del tamaño de España. El gas asciende a través de los gránulos, se enfría y vuelve a bajar por otro camino.
La rotación del Sol, muestra sus manchas que son visibles durante varios días. Una sola mancha podría tragarse la tierra. Son más frías que la fotosfera que las rodea, cuya temperatura es de casi seis mil grados. El centro de una mancha solar, solo alcanza los cuatro mil grados. Su periferia más caliente llamada penumbra, supera los cinco mil trescientos grados.
Los campos magnéticos locales, son los causantes de esta temperatura menor. Su intensidad elimina las corrientes que portan los gases calientes desde la zona de convección bajo la superficie. Tras un periodo de once años, más o menos, el campo varía de siglo, cuando los polos magnéticos se invierten. Dentro de once años sucederá de nuevo.
Como el Sol no es sólido, su superficie gira a diferentes velocidades. El ecuador rota una vez cada veinticinco días y los polos una vez cada treinta y cuatro días. Esto enreda y distorsiona al campo magnético.
Las imágenes en rayos X, muestran el ciclo desde su máxima actividad hasta la mínima, con solo unas pocas manchas solares. Después, se retorna a la actividad máxima, aumentando el número de manchas.
La atmósfera interior del Sol, tiene erupciones de gas muy caliente, una protuberancia en forma de arco. Ondas de gas se mueven a lo largo de las líneas magnéticas de fuerza. Las protuberancias alcanzan cientos de miles de kilómetros por el campo magnético.
Cuando la luna cubre al Sol en un eclipse total, la corona es visible a simple vista. Esta enrudecida atmósfera exterior es mucho más caliente que la cromosfera y la fotosfera que tiene debajo y despliega magníficos bucles de gas electrificados. Una misteriosa fuente de energía en su base los calienta a dos mil grados y esto hace que los bucles se curven alrededor de las líneas magnéticas. Pero las convulsiones, más violentas son las fulguraciones solares, una sola puede liberar la misma energía que una bomba de de mil millones de megatones. Los campos magnéticos enredados, son las posibles causas de las fulguraciones y de las expulsiones de masa.
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